CUANDO NO MIRAMOS EL MARCADOR

CUANDO NO MIRAMOS EL MARCADOR

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“Aquí solo pierde el que no disfruta”

Esta, entre otras, es una de las frases que más se repiten en las clases de tenis destinadas a los más pequeños de la escuela. Si nos acercáramos un día cualquiera a las pistas donde entrenan, seríamos recompensados con un montón de caras de alegría y satisfacción, de felicidad, motivadas por las tareas que sin duda están realizando. 

¿Qué pasaría si intento aplicar el mismo concepto a alguien que ya está compitiendo? A alguien más mayor, de mayor edad… Lo normal es que no le encuentre sentido, y no porque no quiera encontrárselo, sino porque no sabe cómo hacerlo. ¿Podría decirse entonces que ha perdido la capacidad de disfrutar de su deporte?, o que; ¿Ha perdido la capacidad de disfrutar mientras compite? La respuesta es bastante confusa, ambigua de hecho. 

La pregunta correcta debería ser; ¿Por qué perdemos (no todos) la capacidad de disfrutar?, no cuándo ni en qué momento. Perder esta capacidad está relacionado con la educación, con la experiencia, no con la condición genética del desarrollo biológico del ser humano. Me explico:

Vivimos en una sociedad que es claramente consumista. Proyecta y fomenta unos valores que son contrarios a lo que precisamente promociona. Esta sociedad moldea individuos desde los medios de comunicación, colegios, prensa, redes sociales, genera modas, cánones estéticos, de belleza, en definitiva; nos educa en un sentido único: prisas, inmediatez y resultadismo, donde priman más éstos que el propio esfuerzo.

Cómo no vamos a ser resultadistas si desde que empezamos el colegio (a la temprana edad de 3 años) entramos en un régimen en el que únicamente importa la nota de un examen, no si hemos aprendido e interiorizado los conceptos, y si me he esforzado para ello. 

Cómo no vamos a ser resultadistas si desde la más temprana edad estamos viendo cómo se premian con medallas, trofeos y dinero a los que más goles meten o más partidos han ganado.

Lo más normal es que crezcamos en ese ambiente de resultadismo indirecto por el cual se te va a medir hagas lo que hagas. Y lo lógico es que según vas avanzando en tu deporte sustituyas el disfrute que antes gozabas por la sensación de sentirte amenazado, un examen continuo, bien en competiciones, bien en entrenamientos y también en competiciones.

Básicamente lo que se está modificando es el foco atencional, que es el encargado de focalizar qué es lo más importante para mí en cada momento. Si he crecido en un ambiente resultadista, lo más lógico es que mi foco esté puesto en la importancia que tienen los resultados en mi vida (y en las de todos), por lo que al pasar de hacer deporte de ocio a deporte amateur (donde ya estamos federados y empezamos a competir) comenzamos a desvirtuar el propio deporte, cambiamos los motivos por los que jugamos, y sobre todo, sustituimos los motivos por los que continuamos  haciéndolo (también es verdad que no en todos los casos, aún queda gente que se mantiene intacta). 

Si mi foco es resultadista, y está centrado, por ejemplo en: “tengo que ganar”, “como me va a ganar este/a”, “debería ganarle/a 1 y 1 como mucho”, “¡anda que como no ganes!”, y un largo etcétera. El cerebro traduce toda esta presión y la codifica en un lenguaje muy claro: “¡Señores, estamos siendo amenazados!”, y a consecuencia de sentirnos amenazados, la respuesta del cerebro es activar las defensas, de ello se encargará el sistema nervioso simpático, perteneciente al sistema nervioso autónomo (sobre el que no tenemos ningún control), que recibe la orden de enfrentar esa amenaza preparándonos para pelear o huir. Es el responsable de activar las respuestas de estrés y de ansiedad, que para responder a una amenaza real están muy bien, porque ayudan a adaptarnos a la situación, pero para responder a una amenaza imaginaria, como un partido de tenis… 

Las consecuencias de competir bajo un nivel alto de amenaza se notan en tres niveles: Cognitivos – Fisiológicos – Motrices. Destaco las sintomatologías más comunes de estos tres niveles:

  • Nivel Cognitivo:
    • Miedo o temor.
    • Pensamientos negativos o de inferioridad o incapacidad.
    • Aprensión.
    • Sensación de desorganización.
    • Dificultad para concentrarse.
    • Ideas que viajan a 200 km/h.
    • Sensación de desorganización.
  • Nivel Fisiológico:
    • Taquicardias y palpitaciones.
    • Molestias digestivas.
    • Rigidez muscular, temblores.
    • Sequedad de boca.
    • Micciones frecuentes (visito el baño más de lo normal).
    • Naúseas.
    • Sofocos.
  • Nivel Motriz:
    • Hiperactividad.
    • Movimientos torpes y desorganizados.
    • Tartamudeo o dificultad para hablar.
    • Conductas de evitación (me borro del partido por una “lesión inesperada”).

La forma adecuada de tratar esto es la EDUCACIÓN. El papel que tienen los entrenadores, padres, técnicos y directivos para un correcto desarrollo en las diferentes etapas es muy importante y cómo actúen marcará la diferencia en la formación de los chic@s.


Un pequeño ejemplo; si en lugar de preguntar tras un partido, “¿cómo has quedado?”, le preguntamos, “¿cómo te lo has pasado?”, lo que estamos haciendo es dirigir la atención del niñ@ a lo que nosotros consideramos que es importante, el disfrute, no el resultado, haciendo que aprenda en este sentido. Si antes de un partido, en lugar de desearle suerte a ver si gana, o comentarle el típico: “¡hoy a ganar eh!”, le decimos que estamos orgullosos de cómo es y de quién es, y que yo como padre/madre/entrenador/etc disfruto viéndole jugar, lo que conseguimos es exactamente lo mismo, le estamos señalando indirectamente lo que es importante, el proceso de hacer las cosas, el disfrute de la actividad para que haya buen hacer. De esta forma estamos más cerca de conseguir que su foco atencional no se aleje de lo que verdaderamente importa. 

Existe la creencia de que tratar al deportista de esta forma potencia otras realidades; menos tolerancia a la frustración, porque se les sobreprotege, niños y adultos más blanditos, más consentidos, sin capacidad para luchar o sufrir. Sin embargo, y me gusta aplicar esta teoría basada en los refuerzos positivos, si cada vez que tu hijo o tu alumno falla le pegas una bronca, terminará más motivado por evitar el error que por aprender. En cambio, si cada vez que falla le haces preguntas para que descubra qué puede mejorar, entenderá que el error le ayuda a seguir aprendiendo. Por lo tanto, dónde establezca yo el refuerzo del mensaje que esté mandándole va a educar su foco atencional. Éste hará que esté centrado en un sitio o en otro; bien en el disfrute, bien en la presión, bien en evitar un error, bien en buscar una corrección, o bien en el rendimiento o bien en el resultado… 

Esta teoría puede chocar un poco con los que buscan resultados deportivos. Bien; Noruega es el segundo país que más medallas olímpicas “per cápita” tiene, y el décimo en medallas totales.  ¿Cómo lo han logrado? Cito textualmente parte del artículo: El país que dejó de mirar el marcador: la ruta más insólita hacia la excelencia deportiva”

“Lo que ha hecho Noruega más que ningún otro país es poner a los niños en el centro del sistema. Hace unos 30 años aprobaron un documento llamado “Los Derechos de la Infancia en el Deporte” (aprobada en 1987, actualizada en 2007 y refrendada por las 52 federaciones deportivas del país), que es una declaración de principios sobre las experiencias que cualquier niño en el país, independientemente de su habilidad, familia o recursos, merece tener. Luego han construido un entorno alineado con su filosofía deportiva de ‘Joy of Sport for All’ (la alegría del deporte para todos). En Noruega, más de un 90% de los niños y niñas crecen practicando algún deporte.

Pero la prioridad para los menores de 13 años es enamorarse del deporte – no de un juego en particular -, tener una experiencia social que será beneficiosa para ellos, para sus amistades y para las comunidades en las que viven. Desarrollar una auténtica educación física. El sistema ayuda a los niños a seguir la mejor senda para ellos, ya sea tratando de ganar medallas olímpicas o simplemente seguir activos jugando en su comunidad por amor al deporte”.

Los datos reflejan que la práctica deportiva en España cae en picado desde la adolescencia. En Estados Unidos, por ejemplo, un 80% de los jóvenes atletas abandonan después de los 15 años. Son datos dramáticos que no nos hacen cuestionarnos la forma que tenemos de educar y formar. 

Me gustaría terminar el artículo recordando el por qué del mismo. Disfrutar es parte del proceso, no depende de la edad ni del nivel que uno tenga, si no de la educación que hayamos recibido. Y que esto no lo determina la genética, así que se puede modificar. Recuerda:

“Aquí solo pierde el que no disfruta”