Jorge Ruiz Sánchez

“ Con el tenis no se juega”

Este nuevo camino que iniciamos con al revista de la escuela me retrotrae a mis primeros pasos. Lo que empezó como un juego se convirtió en afición, más tarde en obsesión, hasta hoy profesión y siempre en una forma de modelar muchos de los aspectos que guían mis comportamientos.

Aquellos primeros pasos en una pista precaria pero suficiente, motivados por el juego y la imitación de un hermano obsesionado y enamorado de este juego y que rápidamente transformé en fijación por adquirir “mi perfección”.

La búsqueda constante de la dulzura de un buen impacto, el hipnótico ir y venir de la pelota con el indeleble mantra en mi cabeza de “no falles”, el tiro certero que aterriza en la línea, transformaron la esencia inicial del juego en esa búsqueda que terminó modelando al individuo.

La necesidad del orden absoluto para dibujar mil veces en el aire el gesto preciso, la obsesiva disciplina de la repetición y como la mente se iba forjando y fortaleciendo encendida por la frustración del error.

El tenis es percibido como un juego pero así se entiende sólo si nos instalamos en la superficie. En una visión más profunda yo prefiero contemplarlo como un deporte de combate. ¿Por qué si no, hablamos de golpes, de tiros (shots)? Se trata de derribar a un oponente, sin contacto físico, pero con una violencia implícita en la agresividad de los golpeos, las miradas desafiantes, el lenguaje corporal tras el tiro que derriba al oponente. Por eso, quedarse en esa idea respetable pero superficial del tenis, lo despoja de los verdaderos valores que puede cimentar tanto en el buen aficionado como en el jugador de competición.

Nunca fui un buen competidor, ni siquiera aceptable pero la forma en la que este deporte y cómo entenderlo han forjado mi carácter, mi orden y mi disciplina son innegables y al tenis siempre le estaré agradecido.

Con esos cimientos que el tenis solidificó en mi interior como aficionado, entiendo mi labor diaria. Una forma de artesanía que con incansable insistencia pretende dejar algo perdurable en el interior del que está al otro lado de la red.

El juego y la diversión pueden ser el motor de los inicios en el tenis pero, por sí solos son efímeros. En cambio, el buen tenis fundamentado en el orden, el rigor, la dedicación, el compromiso y la disciplina, perdura para siempre y sirve para forjar la estructura interior del que así lo entiende.