Manuel Salvador Zarzosa

Recuerdo el tenis como un deporte y una pasión desde que era pequeño.

No sólo entrenaba sino que competía contra otros adversarios. Recuerdo una “lucha intensa” en clase para mejorar los golpes y rendir mejor en la pista para luego poder competir a mi mejor nivel.  Recuerdo todos los bocadillos que me preparaba mi madre para después de los partidos, tanto de la Liga como de los torneos por la Comunidad de Madrid, y recuerdo a mi padre viéndome en cada partido y animándome cuando todo iba en contra. El tener que sufrir y luchar en un partido para poder ganarlo es TODA una experiencia inolvidable y un reto diario aplicable a nuestras vidas.

Inicié mi andadura como profesor con los niños pequeños en el nivel de mini tenis. Sin duda, una gran etapa de mi carrera profesional donde, no únicamente aprenden los niños sino también los profesores. Trabajar con niños requiere un esfuerzo, dedicación y una paciencia enorme, pero a la vez, resulta muy gratificante. Era joven y llevar una clase donde eres el líder, el jefe, el que dirige los ejercicios, y que los niños aprendan y se lo pasen muy bien es lo más satisfactorio que puede pasar y un auténtico aprendizaje de responsabilidad. Esto sin mencionar los magníficos recuerdos de las fiestas del tenis, halloween, carnavales, etc.

Llegaban los cursos de verano y todo era diferente y atractivo para mi.

Es realmente maravilloso ver a tantos niños en el club realizando actividades multideportivas. El club se llena de color y parece otro con tanta vida y actividad. Los asistentes se lo pasen en grande con nuestras múltiples actividades y siempre quieren  repetir.

Trabajar en los cursos de verano me recuerda mi época infantil, cuando sin ser socio asistí a uno de ellos. Aquellas sensaciones y aquella felicidad animaron a toda mi familia a ser socios de este maravilloso Club.

Hoy tengo otras responsabilidades en la escuela y me siento un afortunado todos los días.